jueves, 28 de julio de 2011

Notas de alguna vez

"Un individuo compra un períodico a orillas del mar. De una casa con jardín sale un soldado que tiene por manos ampollas eléctricas. De un árbol baja un gigantón de tres metros de alto. Zarandea al vendedor de periódicos, que es de yeso y se hace trizas. En aquel momento llega un juez. Con una navaja de afeitar mata a todo el mundo; pero en esto, un zancarrón que en aquel instante para por allí dando brincos, acaba con el juez de un puntapié en las narices, y canta una tonadilla preciosa".




Argumento de Ieximal Jelimita, obra de Croniamantal



"El poeta asesinado" de Guillarme Apollinaire, p. 70.






Más caligramas aquí

martes, 19 de julio de 2011

Rilke como discípulo


Rilke: ¿Cómo se debe vivir la vida, maestro?

Rodin: Trabajando.





Abelardo Castillo, en: Ser escritor, Perfil libros, 1998, p.74

Canción del pirata

José de Espronceda


Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Istambul:

Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pechos mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de "¡barco viene!"
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

martes, 5 de julio de 2011

Consejo sin cara

dedicado a Ximena Ianantuoni,

a quien me encontré dando vueltas por ahí.

Hace ya un tiempo, atravesaba una crisis parecida a esta, con todos los síntomas en el cuerpo pertinentes, que me llevó de visita a varios consultorios médicos (además del refugio terapéutico que descubrí en el barrio de Belgrano, por aquellos días).
Y así los doctores me indicaban placas, antibióticos y recetas varias. Pero hubo uno, en especial, de quien no recuerdo ni su voz ni su cara, que me dijo algo que dejó huella.

Luego de las preguntas de rigor y de explicarle el porqué de la consulta, dándole brevemente un panorama del estado en el que mi vida se encontraba en ese momento (que abarcaba un potpurrí de catarro, tos, un bebito de pocos meses, un remolino familiar y un huracán de kilombos laborales-corporativos que ni les digo), el doctor me escuchó atentamente y en vez de extender su recetario me miró a los ojos. (Todavía no me explico cómo es que no recuerdo su cara, de verdad que estaba ida). Me miró a los ojos y me dio el siguiente consejo:

-Hasta que pase la crisis de stress proponete hacer solo cinco cosas al día, ni una más. Y no hagas trampas porque en esas cinco cosas debés inlcuir desde un trámite, pasar tiempo con tus hijos, ir a trabajar o llamar al plomero.
Ni una más. "Qué gracioso este doctor", pensé. Y le agradecí casi como una formalidad, sin saber que ese consejo formaría parte del entramado de pequeñas soluciones que me sacó del torbellino. (Bueno, sí, confieso que las sesiones en Belgrano hicieron su parte y por eso este relato puede incluirse en el apartado piruetas terapéuticas, de próxima aparición: vayan, vayan).

Me acuerdo que por esos tiempos tan exigentes el chiste era que llegaban las doce del mediodía y ya se me había llenado el cupo de tareas. Que a las ocho de la noche, irremediablemente, me rebalsaban el cuerpo. Y fue así, muy de a poco, como me di cuenta de que a veces hay que elegir, dejar de hacer, frenar a tiempo o a destiempo pero detenerse, postergar, cuidarse, cuidarse, cuidarse.

Uno nunca sabe qué día ni a qué hora exacta se terminan las crisis. Pero si podemos acordarnos del consejo del doctor, sonreír y contarlo, casi podría afirmar como dicen ellos: "Que pase el que sigue".

Cinco cosas. Ni una más ni una menos. Al menos hasta que pase la tos.

Nada importa si bailamos...



"Nada importa si bailamos bien apretados de la mano".

viernes, 1 de julio de 2011

La quinta cosa

Y solo quiero cinco cosas
cinco raíces preferidas
una es el amor sin fin
lo segundo es ver el otoño
no puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.
Lo tercero es el grave invierno
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.
En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.
La quinta cosa son tus ojos.


Es un extracto del poema Pido silencio de Pablo Neruda.
Conocía solo esos versos desde que una amiga me los leyó allá lejos y hace tiempo, lo recordaba así y así era para mí.
Será que la poesía no es tanto lo que está escrito sino lo que se recuerda.