Yo fui en un Colegio y a un Instituto, pero no sé si fui a la escuela.
El Colegio era de monjas y de maestras que fomentaban la competencia.
El Instituto era Social Militar, por suerte lo mejor fue lo social (a lo otro no le di ni bola), y compartí allí afectos y experiencias encantadoras. Pero aun así, no sé si fui a la escuela.
Para mí a la escuela se va caminando o en bici, se lleva la vianda que sobró de la cena y un alfajor Guaymayén para el recreo. La mejor escuela es donde podemos enamorarnos de nuestro mejor amigo e invitarlo a casa a tomar la leche.
La escuela es donde aprendemos a escucharnos y a escuchar qué música nos gusta, qué imágenes nos atrapan, qué cuento nos queremos contar, qué nos deslumbra de la vida.
La mejor escuela es en la que queremos parecernos a nuestros maestros y en la que nos damos cuenta que también podemos enseñarle a ellos. Y nos dejan.
En estos días estuve visitando Colegios, Institutos, (¡Hasta fui a un School!)
Pero no hay caso, sigo pensando (de todas las maneras posibles) cuál será la mejor escuela para que vayan mis hijos.
Y a propósito del tema escuela, dejo aquí una recomedación de un hermoso libro que encontré alguna vez en la biblioteca de la casa mi abuela y que releí en estos días.
"Leerá usted aquí lo que se oye, se escribe, se ve, o en una palabra se vive en la escuela. A este recopilador se le dio por el humor y este es el resultado (...)
¿Y el que reunió este material quién es? Un maestro que ama muchas cosas: la escuela, los niños, el pueblo en el que nació y vivió, un buen mate, sus amigos"
Del prólogo, por José María Firpo.
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