durante más de un mes, con la casa patas para arriba, el patio roñoso, atiborrado de materiales, dos tipos que me pedían plata a diario y además me ensuciaban todo? ¿Qué puede tener de bueno un mes de mugre, polvo y desorden? Lo mejor de todo eso, pienso, es la señora de la ferretería.
Desde que la conocí supe que era un personaje especial en el barrio. Y que sería un personaje especial en mi vida. Tanto que muchas de las veces que salí de su negocio me fui con la idea de que algún día sería un personaje de una novela. Y durante este mes fui tantas pero tantas veces a comprarle cosas (hasta tres veces en un mismo día) que recolecté pequeños grandes diálogos e impresiones de esos que no tienen desperdicio y que me divierten la vida.
Y como por ahora no estoy escribiendo ninguna novela, me dejo aquí un recordatorio de que Martha, la señora de la ferretería, es una persona excepcional.
Hoy le pregunté su nombre: “Marta, con hache –me dijo –. Ah sí, sí, nena, más lírico, ¿qué te crees?, mi mamá era poeta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario