jueves, 15 de mayo de 2008

Reencuentros

al grupo





















Los espacios son diferentes cuando las almas se van. La habitación está ahora impregnada de ese humo esencial que dejan los espíritus nobles al marcharse. Lloré. Hace tiempo me fue revelada la idea de que la lluvia no es casual. Ahora sé que llueve porque yo pude llorar. Y sé que pude regalar mi llanto, como alguien supo regalarme a mí la lluvia (que ahora es mía, tan mía).
El mejor de los segundos es esa porción del tiempo que casi no existe y que dura para siempre. Entonces creo en los ángeles y confirmo mis alucinaciones. Porque es fácil creer en los ángeles cuando viajás en el auto con uno al lado o en los presentimientos cuando empiezan a suceder.
Hubo otros regresos. Y también hubo otras lluvias y otros llantos. Y algunas almas que se fueron.
Pero cada vez el regreso es más placentero; la lluvia más cómplice; el llanto más verdadero.
Y este humo de la almas esenciales hace cada segundo más duradero.

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